Nada pienso muy bien: las lontananzas
tienen falso color, pero fulgente,
hermosas siempre son las esperanzas
y todo aquello que el deseo miente.
La ilusión es el prisma de la vida
que del iris ostenta los colores,
mientras en la existencia la fe anida
y refleja el cristal sus resplandores.
De oro y azul, en velo misterioso,
está envuelto el Abril de la existencia
y el corazón espera candoroso
el Abril que le forja su existencia.
Y esa magia que todo lo colora,
esa magia que todo lo embellece,
al ir a asirlo todo se evapora,
al ir a disfrutarlo desaparece.
Mariposa dorada es la ventura
y el hombre es niño que la corre ciego,
tras ella siempre con febril locura
en busca de la paz pierde el sosiego.
Logra cogerla, y al asir sus alas
de vívidos colores, ve en su mano
que son las que él creyó constantes galas
de oro, grana y azul, polvo liviano.
El que vive en un mundo imaginario,
el material encuentra pobre y frío,
disgustado de él, el poeta es vario;
que la inconstancia es hija del hastío.
¿Por qué dulces mentiras nos agitan
y efímeros placeres enamoran?
¿Por qué al tocar las flores se marchitan
y al destapar esencias se evaporan?
¿Y por qué la belleza que adoramos
y cuyo imán nos arrastró a quererla,
después indiferentes contemplamos
cuando la vista se acostumbra a verla?
¿Por qué la luz de ayer sombra es mañana
y el camino antes breve después largo
y encuentra siempre la inconstancia humana
lo que fue dulce al poco tiempo amargo?
Dolores Coronado
1 comentario:
“Guárdate de quererme.
Recuerda, al menos, que te lo prohibí.
No he de ir a reparar mi pródigo derroche
de aliento y sangre en tus llantos y suspiros,
siendo entonces para ti lo que tú has sido para mí.
Pues goce tan intenso consume al punto nuestra vida.
Así, a fin de que tu amor frustrarse no pueda por mi muerte,
si tú me amas, guárdate de quererme.
Guárdate de odiarme,
o de excesivo triunfo en la victoria.
No es que yo a mí mismo haga justicia,
y me resarza del odio con más odio,
pues tú el título perderás de conquistador
si yo, tu conquista, perezco por tu odio.
Así, a fin de que mi ser a ti en nada perjudique,
si tú me odias, guárdate de odiarme.
Más ama y ódiame también.
Así ambos extremos la función de ninguno cumplirán.
Ámame para que pueda morir del modo placentero.
Ódiame, porque tu amor es excesivo para mí,
o deja que los dos mutuamente, y no a mí, se destruyan.
Viviré entonces para apoyo y triunfo tuyo.
Así, para que tú a mí, a tu amor y odio no destruyas,
déjame vivir, pero ama y ódiame también.” (John Donne)
Por ejemplo.
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