Pongo tus palabras a secar al viento, deseando con toda mi alma que éste no se las lleve. Espero pacientemente al otro lado de mi ventana. Pasado un tiempo, volveré a asomarme, para saber qué han sido de ellas. Si siguen ahí, saldré a su encuentro, me gustará observar que no se han secado, que conservan su color, su perfume, su voz... Si es así, me las llevaré conmigo, para siempre a mi rincón, donde se harán eternas... En mi oscuridad, una oscuridad consentida, dejaré que estos pequeños rayos de luz me dibujen el camino... el que me lleve hasta ti...