miércoles, 24 de enero de 2007

Hermosa parábola...



¿Es el amor en definitiva sólo una enfermedad, y no la más bella sino la más espantosa que hay? ¿O es un veneno, y la dosis decide si resulta una bendición o un desastre?


El alma del hombre, dice Sócrates, no es homogénea sino tripartita, y la compara con un tiro de caballos, que podemos imaginarnos como un antiguo carro de combate, compuesto de dos corceles y un auriga. Ahora bien, mantener un vehículo así en la pista es de por sí una acrobacia. Sin embargo, se convierte en arriesgadísima aventura cuando, como ocurre con el tiro del alma, sólo uno de los caballos es de noble carácter, inteligente y dócil, y el otro malo, salvaje y rebelde. Cuando además entra en juego el Eros, el alma partida en tres comienza a amar y ve al amado, el irregular tiro pierde el control por completo. El mal corcel se lanza como un berserker y tiene que ser azotado y refrenado con violencia, con frecuencia y mucho tiempo, hasta que le duelen los flancos y le sangra la boca y, finalmente, se somete humillado a la voluntad del auriga y, lo mismo que el corcel bueno, se acerca tímido y vacilante al amado. En éste, cuando ha sido seducido y ganado, surge entonces un amor recíproco, se deja tocar, besar y finalmente acostar en el lecho. Y sólo entonces, dice Sócrates, escribe Platón, "tiene en el lecho común el caballo desenfrenado del amante muchas cosas que decir al auriga y reclama un pequeño placer por sus muchos esfuerzos".


Por cierto, según Platón el alma es inmortal. Toda alma. Incluso aquella en la que el auriga es débil y el caballo de la maldad marca la pauta. Sin embargo, a ésa no le concede el Eros ningún vuelo, lo mismo que tampoco a las almas que creen que pueden renunciar al amor. Tras la muerte, todas ellas van a una mazmorra subterránea para hacer penitencia durante mil años. Sin embargo, a las almas -que en nuestra opinión no pueden ser muchas- cuyos aurigas son suficientemente fuertes y sensatos, no dejan que el corcel malo tire de las riendas y, sim embargo, no se apartan del amor, sino que lo buscan y lo miran a los ojos, Eros hace que les nazcan alas después de la muerte, y remontan el vuelo y vuelan hacia la luz y se acercan a las esfera donde viven los dioses...


Estas palabras convertidas en hermosa parábola han llegado hasta mí a través de un libro de Patrick Süskind (ummm...este nombre huele a "perfume"...) ... ... ... en fin... volviendo al tema, el título del libro es "Sobre el amor y la muerte"... de sólo oir el título ya me entran escalofríos... me encanta...

1 comentario:

Anónimo dijo...

Te regalo un fragmento , también de Patrick Süskind, otro veneno, otra contradicción, otra metáfora, otro placer :
"Escenario de este desenfreno -no podía ser otro- era su imperio interior, donde había enterrado desde su nacimiento los contornos de todos los olores olfateados durante su vida. Para animarse, conjuraba primero los más antiguos y remotos... Y se revolcaba en la repugnancia y el odio y sus cabellos se erizaban de un horror voluptuoso."