domingo, 7 de enero de 2007

La Tienda de la Verdad

El hombre paseaba por aquellas pequeñas callejuelas de la ciudad de provincias. Como tenía tiempo, se detenía unos instantes ante cada escaparate, delante de cada tienda, en cada plaza. Al girar una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco. Intrigado, se acercó y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate... Pero en el interior sólo vio un atril que sostenía un cartel escrito a mano. El anuncio era curioso:
Tienda de la verdad
El hombre, sorprendido, pensó que era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían. Entonces entró y, acercándose a la señorita que estaba en el primer mostrador, preguntó:
-Perdón, ¿es ésta la tienda de la verdad?
-Sí, señor. ¿Qué tipo de verdad está buscando? ¿Verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa...?
Pues sí, allí vendían verdad. Él nunca se había imaginado que esto fuera posible: llegar a un lugar y llevarse la verdad. Era maravilloso.
-Verdad completa -contestó sin dudarlo.
"Estoy tan cansado de mentiras y de falsificaciones -pensó-. No quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni fraudes."
-¡Verdad plena! -ratificó.
-Perdón, ¿el señor ya sabe el precio?
-No, ¿cuál es? -contestó rutinariamente, aunque en realidad él sabía que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad.
-Mire: si usted se la lleva -dijo la vendedora-, posiblemente durante un largo periodo de tiempo no pueda dormir del todo tranquilo.
Un frío recorrió la espalda del hombre, que pensó durate unos minutos. Nunca se había imaginado que el precio fuera tan alto.
-Gracias y disculpe... -balbuceó finalmente, antes de salir de la tienda mirando al suelo.
Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo.
"Quizá más adelante...", pensó, intentando mitigar la vergüenza que le daba su propia cobardía...
Anthony de Mello
La verdad absoluta siempre es difícil de digerir, requiere tiempo asimilarla y aceptarla, pero una vez la encuentras en tu interior sabes que es lo único que te hará libre. La verdad está en uno mismo, se la conoce, aunque, a veces, la ocultamos por miedo a sufrir, y no nos damos cuenta de que más tarde o más temprano acaba encontrando el camino hacia la luz. Es empresa vana querer evitar lo inevitable. Y qué poco nos gusta que sean los demás quienes nos la muestren. Porque al escucharla, pasamos del mundo de los sentidos, mundo de las sombras, al mundo de las ideas. El camino al conocimiento seguro sólo depende de uno mismo...

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Caminar en la verdad, es caminar en dirección correcta; Uno a sí mismo es quien debe distinguir entre la verdad absoluta, es el bienestar personal, aunque nos pese; aunque alguna otra fuerza nos indique otro atajo, al final, nos quedaremos con la esencia de la verdad. Y es esa esencia la que nos marca nuestro camino verdadero...

seny dijo...

la verdad causa diez veces más dolor que la mentira, y es diez veces más difícil de decir. Pero es la única opción acertada que existe.

Butterfly dijo...

Vivir en la verdad es doloroso, decir la verdad es doloroso, descubrir la verdad es doloroso; pero es necesario, porque más doloroso es vivir en la mentira, no ser uno mismo.