No resulta sencillo conseguir un instante de paz en un pensamiento que vuela, incansable. Creía que las historias nunca terminan por completo. Nos acompañan como un regalo o un castigo, pero no se desvanecen como la niebla. Nos persiguen por los caminos de la memoria. Se transforman en fantasmas traslúcidos que aparecen en momentos poco oportunos. Hay que aprender a convivir con ellos. Apaciguados sus fuegos, se tiene que saber mirar hacia delante. Las obsesiones nos matan. Cuando conseguimos apaciguarlas, nos convertimos en supervivientes.
Ella no aspiraba a más...
Cuesta detener los pasos, escoger un sitio donde instalarse. Quizá son los lugares los que nos eligen a nosotros. A lo largo de la vida recorremos muchos. Descubrimos parajes luminosos, oasis de calma, hervideros en movimiento, desiertos. Algunos nos seducen; otros nos inspiran rechazo. A menudo sentimos desinterés, y poco más. A veces, un lugar nos ofrece un auténtico refugio. Entonces sabemos que no queremos reemprender la ruta, que estamos donde queríamos llegar. Es una sensación plácida, que nos hace sentir privilegiados, con la certeza de que hay un rincón que estaba esperándonos. Reconocernos en un espacio no es fácil.
Ella sólo aspiraba a encontrar un puerto en mitad de la tormenta...